En los tratados de psiquiatría existe una palabra que evoca
una de las más grandes heroínas de la literatura universal. El término es bovarismo, que describe el estado de
insatisfacción crónica de una persona, producido por el contraste entre sus
ilusiones y aspiraciones, es decir la frustración por querer ser lo que no es.
El personaje del que deriva esta palabra es Emma Bovary, la protagonista de la
celebérrima novela de Gustave Flaubert, Madame
Bovary.
Se han escrito miles de artículos sobre esta novela que, por
su calidad, tal vez se encuentre entre las cincuenta novelas más importantes de
la historia de la literatura.
De sobra es conocido el argumento de esta historia que, en
su día, levantó ampollas entre la gente bienpensante
de la Francia decimonónica. Flaubert, que tenía aversión por la burguesía, hace
de Emma Bovary una típica bu rguesa,
casada con un médico de provincias anodino. Ella, que aspira a elevarse por
encima de su estatus social, se entrega a un amante. Viéndose rechazada, y
comprendiendo la imposibilidad de ser la mujer que no es, acaba con su vida.
Los contemporáneos de Flaubert vieron en esta obra una dura
crítica a la creciente y pujante burguesía, y la acusaron de atentar contra la
moral y las buenas costumbres, por lo que la justicia llevó al autor al
estrado, formulándose una acusación formal. Finalmente, y ante las voces que
clamaron por la independencia del arte, Flaubert fue absuelto, pero Madame Bovary quedaría estigmatizada entre
los más recalcitrantes reaccionarios.
Es necesario recordar que el estudio de la psique humana,
comenzó a estar de moda en esa época. Eran célebres los martes del Dr. Charcot
que reunía en el hospital de la Salpêtriere
a la flor y nata de la sociedad parisina para mostrar los casos clínicos más
espectaculares. Era una especie de clase magistral sobre psiquiatría, a la vez
que un espectáculo morboso. Esta ambivalencia entre ciencia y curiosidad,
despertó un interés desmedido y la literatura no fue ajena a tal moda.
Madame Bovary fue la espoleta que encendió el reguero de
pólvora que seguirían muchos otros autores que, tomando el testigo de Flaubert,
plasmaron, con mayor o menor acierto, las patologías más desviadas de la
sociedad parisina del siglo XIX. Uno de los más destacados, por lo audaz de su
obra, y hoy caído en el olvido, fue Jean Louis Dubut de Laforest.
Jean-Louis Dubut de Laforest nació en Saint-Pardoux-la-Rivière (Dordogne) el 24 de julio de 1853. Estudio
la carrera de derecho y trabajo para la administración del Estado. Dimitió de
sus funciones públicas para dedicarse por completo a la literatura. Empezó
colaborando en Le Figaro, bajo el
pseudónimo de Jean Tolbiac, para acabar siendo un prolífico escritor.
Si tuviésemos que clasificar la obra de Dubut de Laforest,
vinculándola con algún movimiento literario, no cabe duda de que estaría
inmerso en el realismo, pero en un tipo de realismo muy particular. Si bien
escribió algunas novelas de costumbres que pasaron más o menos desapercibidas,
el grueso de su obra se caracteriza por la cantidad de personajes con
patologías de índole sexual: prostitutas, ninfómanas, pederastas… Añadiendo lo
que, por aquel entonces, se consideraban inclinaciones anti natura, tales como
el lesbianismo o la homosexualidad.
Dubut de Laforest se recreaba en exceso en las
manifestaciones de las desviaciones de sus personajes, llegando incluso a
describir situaciones inverosímiles. Así, más de un crítico consideraba su obra
anticlerical y obscena. Amparado en conocimientos de medicina que había
adquirido tras un estudio de las obras de los alienistas más reputados,
pretendía ser el creador de un nuevo estilo literario, de liderar la novela que
fuese fiel reflejo de las patologías de la sociedad.
Al verse cuestionada su probidad literaria, pues fue
condenado por ultraje a la moral y las buenas costumbres, a dos años de cárcel y
1000 francos de multa por su novela Le
Gaga, publicada en 1886, optó por recopilar toda su obra, bajo el epígrafe «
Patología Social », haciendo llamadas a pie de página parar explicar y/o
justificar, desde un punto de vista científico, los actos abyectos de sus
personajes. Este procedimiento provocó que la obra se revistiese de un cierto
prurito científico que permitió que circulara entre el público sin tener que
vérselas de nuevo con la justicia.
El hecho de que algunas de sus novelas fuesen dedicadas a
eminencias como el Dr. Charcot o el célebre criminalista Cesare Lombroso,
constituía una declaración de intenciones con respecto al contenido de la
misma.
La novela que le granjeó más problemas con la
justicia, fue Le Gaga. Es la historia
de un viejo aristócrata que se va sumiendo progresivamente en el vicio,
arrastrado por un primo libertino que pretende volverlo loco para quedarse con
su esposa. El Gaga, expresión popular
que en castellano significa Chocho, se va desmoronando cada vez más. Su esposa
todavía joven y bella, y su hija, alarmadas, optan por cuidarlo. La mujer, un
dechado de virtudes, se somete a todos los caprichos de su marido que, falto
de razón, la somete a múltiples
humillaciones que esta acepta a fin de conseguir la curación del hombre.
Otra novela destacable es Mademoiselle Tantale, la historia de una joven y bella escultora
inglesa que pasa de la frigidez a la más bestial ninfomanía. Su incapacidad
para amar la vuelve loca y la lujuria la posee como un demonio del que no puede
desprenderse. Escenas de lesbianismo, de zoofilia, etc. discurren, siempre de
forma implícita y más o menos velada, por toda la novela…
Le
Faiseur d’hommes, aparecida en 1884, trataba por vez primera en la historia
de la literatura, el problema de la inseminación artificial.
Morfina, aparecido en 1891, trata de los perniciosos efectos de la droga, y, si el estudio desde el punto de vista patológico es descarnado, el argumento subyacente es el típico folletín melodramático, muy del gusto de la época.
Morfina, aparecido en 1891, trata de los perniciosos efectos de la droga, y, si el estudio desde el punto de vista patológico es descarnado, el argumento subyacente es el típico folletín melodramático, muy del gusto de la época.
Fue considerado un escritor maldito
y le fue dedicado un honroso lugar en el Infierno
de la Biblioteca nacional.
Él nunca se consideró un escritor
obsceno, tan solo deseaba mostrar sus observaciones, para lo que solía
mezclarse con las gentes y ambientes sórdidos que luego describía en sus obras.
Si bien su fama alcanzó unas cotas considerables, más que por la calidad de su
obra, por las polémicas que esta suscitaba, cayó en una depresión al final de
su vida, creyendo no haber conseguido los objetivos que pretendía.
Así, a las tres y quince minutos de
la tarde del día 3 de abril de 1902, se arrojó por la ventana de su despacho,
en un cuarto piso del nº 10 de la avenida parisina de Trudaine. Murió al cabo
de algunos minutos, cuando algunos transeúntes lo trasladaban a su domicilio.
A diferencia de otros, Dubut de
Laforest no fue un escritor pornográfico. No cayó en el mal gusto ni se recreó
en las situaciones morbosas. Trató de expresar sus observaciones con toda la
delicadeza que el tema le permitía, pero quizá sus contemporáneos no estaban
preparados todavía para asumir la realidad que los rodeaba y ante la cual
miraban para otro lado. Si al propio Zola lo consideraban un autor obsceno
cuando recreaba toda la basura humana en Le
ventre de Paris o en L’Assomoir,
que no dirían de Dubut de Laforest con sus personajes lujuriosos, bestiales…exageradamente
malvados tal vez, pero prototipos de muchas personas que pasan día a día a
nuestro lado sin que nos percatemos del aura de abyección que proyectan.
Hoy en día, las novelas de Dubut de
Laforest no nos provocan el rechazo que antaño suscitaron, e incluso pueden
resultar anodinas y barnizadas de un melodramatismo pasado de moda, pero no dejan de ser motivo de análisis en el estudio de la
literatura universal, y en particular del realismo francés que tensó hasta un
grado de ruptura, la cuerda dejada por Flaubert con Madame Bovary. ¿Realismo patológico
o realismo exagerado? Lean y juzguen.
Algunas novelas de Dubut de
Laforest han sido traducidas al castellano recientemente y pueden encontrarse accediendo a
los siguientes vínculos:
El viejo chocho (Le Gaga); La señorita Tántalo (Mademoiselle Tantale) ; La tranfusión de sangre (La transfusión du sang); Cuentos para bañistas (Contes pour baigneuses) Morfina (Morphine)
José M. Ramos González. 31 de diciembre de 2013