domingo, 29 de diciembre de 2013

La primera lamprea (microrrelato)



En tiempos remotos habitaba cerca del río Miño una joven tan hermosa como malvada. Todos los hombres de la comarca caían rendidos ante su encanto, pero al sentirse rechazados se arrojaban al río, pues no podían soportar el gran dolor que padecían por el desprecio de la bella.
Un día pasó por la región un apuesto juglar que recitaba sus poemas de pueblo en pueblo. Cuando vio a la joven su corazón comenzó a latir como nunca hasta entonces había experimentado. Como era bien parecido, la muchacha consintió en coquetear con él. Cuando estuvo segura de que sus ardides habían obtenido éxito, prorrumpió en una desdeñosa carcajada y dijo al pobre enamorado que jamás sería suya porque su mano estaba destinada a un rey. El bardo, loco de pena, siguió los pasos de los suicidas y las gélidas aguas del río apagaron su llanto y los delirios de su alma atormentada.
Las ninfas del río, hartas de tanta iniquidad, decidieron castigar a aquella pérfida mujer. Un día, mientras paseaba por las orillas del Miño, una fuerza invisible la empujó a las aguas.  Lo primero que las náyades hicieron fue privarla de su rostro angelical, sustituyendo su hermosa y sensual boca por un redondo y gran agujero oscuro, con tantos pequeños dientes como hombres había seducido. Luego, su estilizado cuerpo fue convertido en el de una serpiente marina, pero de modo que su carne siguiese siendo tan apetitosa como antes, aunque en vez de lujuria sólo despertaría gula en los hombres.
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Por el légamo del Miño, se arrastra hoy la primera lamprea. Hechizada eternamente, continúa siendo una devoradora de hombres, pues se alimenta de los ahogados, pero hasta el final de los tiempos redime con su exquisita carne todo el daño que hizo cuando era mujer mortal.

José M. Ramos González. Pontevedra 2013