domingo, 30 de octubre de 2011

Tourguéniev y Maupassant. Moumou y Cocotte

Cuando Maupassant todavía era un adolescente que no soñaba con llegar a alcanzar la celebridad que tendría años después, Tourguéniev ya era un reputado escritor ruso. Pertenecía al elenco de los grandes genios eslavos de estilo realista, nacidos en vísperas de la Revolución bolchevique, cuya semilla ya estaba siendo plantada debido al descontento de un campesinado que vivía bajo un régimen feudal completamente obsoleto en la Europa occidental, desde donde se juzgaban las costumbres rusas y el trato tan cruel e inhumando que los nobles daban a sus campesinos, como algo propio de la Edad Media. En ese estado de cosas y en un país enorme, las tierras  solo pertenecían a unos pocos, pero eran trabajadas en régimen de esclavitud por los siervos. Algunos jóvenes que si bien procedían de familias de propietarios y cuyo poder les permitía estudiar en las Universidades más reputadas de Europa, se rebelan ante tal situación. Debido a su poder de observación y a su talento para la descripción, pintan la cruda realidad de su patria y, tal vez sin pretenderlo, denuncian las injusticias ante una sociedad más civilizada, en el que la esclavitud ya se había abolido hacía mucho tiempo. La Europa occidental era considerada el faro espiritual y cultural del mundo. Muchos rusos, dirigían sus anhelantes miradas hacia una sociedad y una cultura que poseía mayores atractivos desde el punto de vista social, cultural y sobre todo que resultaba más justa. Sociedad en la que, en plena Revolución contra el dominio opresor de una monarquía absoluta y una aristocracia ociosa que vivía del sudor y la miseria del pueblo, se habían invocado las tres palabras precursoras de los derechos humanos: Liberté, égalité, fraternité
Ivan Tourguéniev 1835-1883
Tal era la situación en Rusia, que en el terreno cultural existían dos tendencias ideológicas completamente antagónicas: los eslavistas y los occidentalistas. Los primeros postulaban la superioridad de la cultura rusa sobre el resto del mundo, considerando decadente la sociedad occidental, mientras que para los segundos, el occidente era el ejemplo a seguir y por tanto había que erradicar las viejas costumbres feudales y el régimen autocrático del zar que sometía al pueblo sumiéndolo en una total miseria, rebajando al campesino prácticamente al rango de un animal doméstico. Los señores hacían y deshacían a su antojo con las vidas de sus siervos. Los casaban, los vendían, los exiliaban a la menor falta cometida. En fin, un sistema que, después de la Revolución Francesa y la ola que provocó en los países de su entorno, amenazaba con ser abolido más tarde o más temprano por su evidente irracionalidad e injusticia. Un sistema que se estaba desmoronando por su propia naturaleza.
Tourguéniev procedía de una familia de propietarios. Su madre era una barina, cruel y caprichosa, irritable al menor incidente, que crió a sus dos hijos Ivan y Nicolás, bajo un velo de terror que los marcaría toda la vida y dejaría una impronta característica en el carácter posterior del escritor, haciéndole casi insensible al amor y reduciéndole a un ser débil y de voluntad frágil. Cuando tuvo edad suficiente para emanciparse de la tiranía materna, Iván optó por alternar su vida entre París y San Petersburgo, con esporádicas visitas a su pueblo natal Spasskoïe, donde su madre residía infundiendo terror a sus pobres siervos. En Paris, Tourguéniev conoció a Pauline Viardot, una cantante de ópera de la que se dice que fue el amor de su vida, pero debido a que era una mujer casada y fiel, parece ser que esta amor estuvo siempre sometido a un sentimiento profundamente amistoso, por parte de ella, del que Tourguéniev nunca estuvo satisfecho.
Tras haber escrito sus Memorias de un cazador, donde denunciaba (insisto, quizá inconscientemente) la miseria del campesinado ruso, se hizo célebre por su crudo realismo y sus excepcionales dotes de observación. Esto le abrió las puertas en los cenáculos literarias de occidente y se las cerró en su propio país, siendo encarcelado durante un mes por orden del zar, a raíz de una necrológica sobre Léon Tolstoi que la censura juzgó subversiva.
Durante los días que permaneció en prisión, en unas condiciones bastante ventajosas para su confort, si lo comparamos con las crudas condiciones de las prisiones al uso y según se desprende de lo que comentan sus biógrafos, escribió un cuento titulado Moumou.
Este cuento narra las vicisitudes de un siervo sordomudo, con un alma  tierna y una sensibilidad completamente discorde con su aspecto de gigante monstruoso y temido por todos los demás miembros de la casa señorial en la que trabaja de portero. Gérassime, que así se llama el protagonista del relato, realiza a la perfección sus tareas y su vida transcurre entre su pequeño cuartucho y sus faenas diarias. Un día comienza a cortejar a una joven lavandera de la casa, enamorándose de ella, pero la barina, anciana dama tirana, la entrega en matrimonio a otro. Esto es el primer golpe que el pobre hombre recibe en su alma, resignándose a perder a la mujer amada sin más protesta que una noche de lamentos a solas en su cuarto. Pero se recupera de esta pérdida con la adopción de una pequeña perra a la que salva de morir ahogada en el cieno del río. La toma consigo y la cuida de tal modo que la perra no tiene ojos más que para su salvador. Entre el hombretón y el animal se establece un vínculo que va más allá de cualquier otra relación porque solamente se tienen el uno al otro. Pero la desgracia vuelve a recaer una vez más en el pobre sirviente. Cierto día, la caprichosa barina, excéntrica, irritable y voluble (según dicen algunos críticos, Tourguéniev había tomado a su madre como modelo) ve como su intranquilo sueño es turbado por los ladridos de Moumou, que así se llama la perra. A causa de ello, ordena que se desprendan del animal. El pobre sirviente, tomando una decisión valiente decide sacrificarla con todo el dolor que ello le supone. La lleva al río, le ata un par de ladrillos a su cuello y la arroja a las frías aguas del Moskova, donde el animal se ahoga. Después de esto huye de la mansión para recluirse en su aldea de nacimiento y pasar allí sus últimos años sin acercarse a las mujeres y no soportando la cercanía de los perros.
Este es en síntesis el argumento de Moumou. La historia de un hombre simple, con una tara que lo obliga a ser asocial y que solo colma sus necesidades espirituales con el amor de una mujer que no es correspondido y se le arrebata al único ser que lo ha querido de verdad: a su perra Moumou.
Como siempre, vuelve a surgir el drama fuertemente vinculado con la literatura realista del siglo XIX, donde las miserias del alma humana son el leitmotiv que alienta a los novelistas a producir esas obras tan conmovedoras y en ocasiones rayando la truculencia.
Moumou se escribió en el año 1852. Maupassant todavía tenía dos años. Pero ambos escritores llegarían a conocerse en la casa que Flaubert tenía en la rue Murillo de París, donde recibía a un grupo de escritores de la talla de Zola, Goncourt y Daudet entre otros. ¿Qué hacía un muchacho entre tantos personajes de letras de reconocido prestigio? Maupassant era hijo de Laure Le Poittevin, amiga íntima de la infancia de Gustave Flaubert, a la sazón hermana del mejor amigo del autor de Madame Bovary, Alfred Le Poittevin, que habia muerto muy joven y al que Flaubert habia llorado desconsoladamente. Al solitario de Croisset, como llamaban a Flaubert, aquel muchacho le recordaba mucho a su amigo fallecido, y tomó un gran cariño a ese jovencito un tanto díscolo y lúbrico que tenía ambiciones de poeta. Era invitado todos los domingos a almorzar en casa del maestro y allí participaba en silencio en las tertulias de todos aquellos hombres a los que admiraba. Pronto se convertiría en uno de ellos. Y fue precisamente Tourguéniev uno de los que más afecto prodigó al joven Maupassant, llegando más tarde a traducir al ruso muchos de sus cuentos. La amistad fue recíproca y Maupassant dedicó a Tourguéniev su célebre cuento La Maison Tellier, que tal vez sea, después de Boule de Suif, uno de los mejores relatos del autor normando.
Esta influencia del centro izquierda literario de los Tourguéniev, Zola, Flaubert, Daudet, etc. es muy poderosa en el joven Maupassant y su prosa, aunque original y sobria, bebió de estos autores con los que mantuvo excelentes relaciones personales.
Pero cuando hablamos de influencia, surge en ocasiones la inevitable denuncia: ¡¡plagio!! ¿Dónde acaba la influencia y comienza el plagio? La frontera no es fácil de establecer, es una delgada línea en la que muchos escritores se han columpiado en la historia de la literatura y Maupassant no fue una excepción.
Guy de Maupassant 


Aunque Maupassant es un escritor más plagiado que plagiario, la originalidad de su obra permite poco análisis en lo que se refiere a posibles apropiaciones de temas o argumentos extraídos de otros autores. Es más, sería injusto acusarlo de plagio cuando él mismo ha sido uno de los escritores más plagiados de la literatura Universal. Desde D’Annunzio hasta Valle Inclán, la obra de Maupassant está presente en multitud de obras de otros autores que han sido objeto de una excelente acogida por parte de los lectores de todo el mundo.
No obstante, y dicho lo anterior, creemos haber encontrado un cuento de Maupassant donde está presente el relato de Tourguéniev, Moumou. Por otra parte nada tendría de relevante que así fuese, toda vez que Maupassant, en calidad de su condición de amigo personal del escritor ruso, conocía sobradamente todas sus obras.
El relato en cuestión es el titulado Histoire d’un chien. Fue escrito en 1881 y publicado en Le Gaulois, el 2 de junio del mismo año, con motivo de dar publicidad a la inauguración de un edificio de la Sociedad Protectora de Animales. ¿Y qué mejor relato que la historia de una perra abandonada, recogida y debiendo ser sacrificada por las órdenes del amo del caritativo salvador, que tiempo atrás había escritor Tourgueniev en un cuento titulado Moumou?
Así prologa Maupassant su relato:

La prensa respondió unánimemente a la llamada de la Sociedad Protectora de animales para colaborar en la construcción de un establecimiento para animales. Sería una especie de hogar y un refugio, donde los perros perdidos, sin dueño, encontrarían alimento y abrigo en vez del nudo corredizo que la administración les tiene reservado.
Los periódicos recordaron la fidelidad de los animales, su inteligencia, su dedicación. Ensalzaron sucesos de asombrosa sagacidad.
Es mi deseo, aprovechando esta oportunidad, contar la historia de un perro perdido, de un perro vulgar, sin pedigree.

Nuestra pregunta es si Maupassant se sirvió del cuento de Tourguéniev para escribir su Histoire d’un chien. Sería mucha casualidad que no fuese de ese modo, teniendo en cuenta varios factores entre los cuales se encontraba, como ya hemos dicho, el profundo conocimiento que Maupassant tenía de la obra se su amigo Tourguéniev. Si bien ambos cuentos se diferencian en algunas características de estilo y en pocos matices argumentales, si los diseccionamos y nos quedamos con su estructura, tenemos más que un parecido notable:
El argumento de ambos es simple:
Un campesino se apiada de un perro en un estado lamentable y casi al borde de la muerte, de tal modo que si lo abandonase a su suerte, el animal acabaría sucumbiendo ante las adversidades a las que se encontraba sometido. Es recogido por esa alma bruta en su condición de rústico campesino, pero de gran corazón y con una sensibilidad impropia del resto de los personajes que pululan por la obra. Ambos sirven a un propietario rico del cual dependen. Durante un tiempo el animal permanece a su lado y la relación entre el hombre y el can va estrechándose hasta convertirse en un amor indisoluble y recíproco que colma las necesidades espirituales de los hombres y la seguridad y protección que el instinto procura al animal. Por último un incidente obliga al hombre a deshacerse del animal, que es algo más que una mascota para él… tal es la dependencia que tiene del amo y en consecuencia no quedándole más remedio que someterse a su voluntad. La decisión es dolorosa pero no queda otra alternativa que ejecutarla. El pobre hombre se dirige al río llevando consigo a la confiada y dócil perra, donde en una escena de un dolor inenarrable, y ante la mirada amorosa del animal, lo arroja a las frías aguas atando a su cuello un peso para evitarle una mayor agonía mientras se ahoga. Pese a su desgarrador dolor, es él mismo quien desea sacrificar personalmente al animalito para evitarle innecesarios sufrimientos.
Moumou es un relato de unas 10.400 palabras, mucho más largo que Histoire d’un chien, que se desarrolla en tan solo 1.400. De hecho en Moumou existe una historia previa a la del perro que es la de un amor del protagonista, Gérassime, por una lavandera al que, también por voluntad de su ama, debe renunciar, siendo finalmente el perro el que venga a suplir en su alma esa carencia afectiva con su entorno y sus semejantes, para volcar toda su necesidad de cariño que todo ser humano tiene, en la perra Moumou, nombre que da título al cuento. La presencia del amor hombre-mujer, que no se produce en Maupassant, que por añadidura no era demasiado proclive a las escenas galantes en sus cuentos de campesinos, constituye la primera parte del relato de Tourgueniev, resultando una historia más banal, porque lo que realmente imprime carácter cuento es la historia del perro. Por otra parte el cuento de Maupassant es escrito para ser publicado en un periódico con un fin publicitario concreto, por lo que tanto una extensión considerable, como la presencia en el argumento de una historia de corte romántico sin duda resultarían completamente innecesarios.
Tourguéniev se recrea en la vida del siervo ruso, sometido a los vaivenes de la voluntad y los caprichos de su propietario, su sometimiento, docilidad y abnegación hacia el señor, hacia el ser superior, poniendo de manifiesto la diferencia extrema y radical de clases que se daban en la Rusia feudal del siglo XIX. Maupassant no incide en esta diferencia al desarrollarse el cuento en Francia. Si bien las clases sociales también estaban diferenciadas, el campesinado francés, aunque un tanto embrutecido y con un alto grado de analfabetismo, gozaba de unas libertades conseguidas hacía más de un siglo donde esas diferencias se irían estrechando estableciéndose un puente entre ellas, como sería el fortalecimiento de una burguesía de clase media que nunca llegaría a existir en Rusia.
El final, aun siendo el mismo, es decir el sacrificio del animal por el dueño al que profesa una devoción basada en un sentimiento instintivo de gratitud hacia su salvador, tiene unas consecuencias diferentes para el protagonista. Tourguéniev hace que su protagonista abandone la casa donde ha sido tan infeliz y aún a riesgo de ser capturado, pues recordemos que la servidumbre en Rusia era castigada en caso de huida. Se aleja de la caprichosa barina culpable de todas sus desgracias, para acabar en una aldea. El golpe anímico y psicológico que recibe, provoca en él, hasta el final de sus días, el rechazo a las mujeres y el contacto con cualquier perro. Los otros campesinos se preguntan: ¿Para qué quiere una mujer un sordomudo? ¿Qué iba a hacer con un perro? Negando de ese modo a un sordomudo los sentimientos de amor y bondad que presiden el alma de muchos seres humanos, con independencia de sus trabas físicas.
El desenlace del cuento de Maupassant  es mucho más truculento e impactante. Tras haber ahogado a Cocotte, que así se llama la perra del cochero François, su dueño se ve afectado de tal modo que cae enfermo. Transcurridos unos meses y encontrándose ya recuperado en la residencia veraniega de su señor, un día se bañaba en el río cuando a lo lejos vio una carroña flotando en las aguas. Al acercarse a los restos, pudo observar que se trataba de de un perro, reconociendo el collar de Cocotte alrededor del cuello de aquel animal en completo estado de putrefacción. Cocotte había recorrido muchos kilómetros hasta volver a encontrarse con su dueño. Fue tal la impresión producida en el hombre esa visión de su amada Cocotte en ese estado, que repentinamente se volvió medio loco, no soportando, a partir de aquel momento, contacto alguno con los perros.
Por lo demás, estructura e historia son plenamente idénticos, por lo que es más que probable que Maupassant hubiese recordado el cuento de Tourguéniev para escribir el suyo.
Si profundizamos algo más podemos encontrar frases que nos revelan una similitud entre ambos cuentos que no puede derivarse de una mera casualidad. Veamos una pequeña muestra:
Así comienza Histoire d’un chien:

En los suburbios de París, a las orillas del Sena, vivía una familia de ricos burgueses. Poseían una elegante mansión con un gran jardín, caballos, carruajes y muchos criados.

Este es el primer párrafo de Moumou:

En las afueras de Moscú, en una casa gris engalanada con columnatas blancas y una gran terraza, vivía hace tiempo una viuda de alto linaje, una barina, servida por una numerosa legión de sirvientes

Así define Maupassant a Cocotte, cuando es encontrada por François:

Se trataba de una perra de una terrible delgadez, con unas enormes ubres colgantes. Trotaba detrás del hombre en un estado lamentable; la cola apretada entre las piernas y las orejas pegadas contra la cabeza.

Tourguéniev describe a Moumou cuando es salvada por el sordomudo Gérassime:

Era una perra que no tenía más de tres semanas, cuyos ojos apenas se abrían, y que estaba tan debilitada que ni siquiera tenía fuerzas para hacer el movimiento de lamer la bebida colocada frente a ella.

Este es el momento en que François es instado por su amo a que la perra desaparezca:

Pero el amo […] dijo gravemente y encolerizado: “Si usted no se deshace de este animal antes de mañana, lo despido de inmediato…¿está claro?”

La barina rusa solicita la inmediata salida de Moumou de la casa:

Tras un minuto de silencio, la barina añadió: «¡Quiero que ese perro desaparezca hoy mismo! ¿Está claro?»

Esta es la escena en la que François arroja al Sena a Cocotte:

Entonces ató un extremo de la cuerda al cuello del animal y, recogiendo una gran piedra, la unió al otro extremo. Tras esto tomó la perra en sus brazos y la besaba furiosamente, como si se tratase de una persona de la que uno se despide. La sostuvo apretada contra su pecho, y la perra le lamía con satisfacción. Diez veces intentó arrojarla, pero le faltaron fuerzas. Pero en un intento, con decisión repentina, hizo acopia de toda su fuerza y la lanzó lo más lejos posible.

Gérassime hace otro tanto con Moumou en el río Moskova:

[…] anudó con fuerza con una cuerda los dos ladrillos que había llevado, los enlazo a continuación al cuello de su perra, la tomó entre sus brazos, la contempló todavía una vez más. Ella la miraba con confianza, agitando suavemente la cola. El giró la cabeza, cerro los ojos y abrió las manos…

François acaba vagando por los campos enloquecido y…:

Nunca volvió a atreverse a tocar un perro.

Gérassime huye de la barina y pasa sus últimos días en su aldea natal, sin olvidar jamás el trauma que le produjo su drama personal:

Después de su estancia en Moscú, no mira a ninguna mujer y no puede soportar a ningún perro cerca de él

Dos años después, en 1883, y bajo el seudónimo de Maufrigneuse, Maupassant escribe una nueva versión de Histoire d’un chien, bajo el título de Mademoiselle Cocotte, que se publicó el 20 de marzo en el Gil Blas. Este nuevo cuento no es otra cosa que Histoire d’un chien ligeramente remozado, pero conservando argumento y estructura en su totalidad, incluso el nombre de los protagonistas. 1883 fue el año de la muerte de Tourguéniev. ¿Fue un homenaje al maestro desaparecido? No hemos encontrado mención alguna al respecto.
¿Plagio? No. ¿Oportunismo? Sí. Maupassant aprovechaba cualquier situación y circunstancia para poder cumplir con sus compromisos editoriales y muchos de sus cuentos suelen ser versiones de otros relatos previamente escritos por él años atrás, o extraídos de algún capitulo de sus novelas y viceversa. No es pues de extrañar que a petición de la Sociedad Protectora de Animales, hubiese traído a colación aquel cuento de su querido amigo e hiciese su particular versión del mismo, para acabar escribiendo como epílogo:

Si el proyecto de la Asociación protectora de animales tiene éxito, al menos disminuiremos la presencia de estos cadáveres con cuatro patas arrojadas a los cauces de los ríos.

Esas loables intenciones lo redimen.
El relato de Maupassant es de una prosa más rica y sobria que la de Tourguéniev. El escritor francés se centra de forma exclusiva en las relaciones entre el animal y el cochero François. Incidiendo también en los problemas que el animal genera y que provocan las iras del amo y la terrible orden que obliga a su empleado a desprenderse del animal. La perra, siempre en celo, atrae a un sinnúmero de perros vagabundos que ocasionan estropicios en la finca, haciéndose la situación lamentable. Su brevedad lo hace más denso en descripciones y sucesos; nada sorprendente, por otra parte, ya que era la mayor virtud del excelente cuentista francés.
Tourguéniev, pese a la longitud de su narración, desarrolla la relación entre la perra Moumou y el portero del palacio, el sordomudo Gérassime, en menos de la mitad del texto, ya que como comentamos anteriormente descrube una historia previa de amor entre Gérassime y Tatiana, la lavandera. Por otra parte Tourguéniev hace más hincapié en las relaciones de los criados con su ama, la cruel barina, así como del sometimiento de estos a la anciana y excéntrica dama. De hecho Tourgéniev se encuentra entre los literatos rusos que formaban parte del movimiento occidentalista que denunciaba los abusos del régimen imperante en la sociedad rusa del siglo XIX.
Dos escritores que han fascinado y nos siguen fascinando: Tourguéniev y Maupassant.

José Manuel Ramos González
Pontevedra, 30 de octubre de 2011